< Volver a todos los artículos

Estrategias de motivación.

ESTRATEGIAS DE MOTIVACION

1.- Concepto de motivación

Para estar motivado es preciso tener muy claros los objetivos que persigo (así como los medios de trabajo necesarios para alcanzar tales fines) y, además, hacer cuanto esté en mis manos para conseguirlos (pagar todo su precio).

La suma de la claridad en los objetivos y el compromiso con los medios da como resultado la motivación.

2.- Indicativos de motivación

El cumplimiento y la iniciativa son los principales indicativos de motivación. El cumplimiento de cualquier tarea, norma, instrucción o consigna que sirva para acelerar el proceso de formación del alumno.

Sirva como ejemplo el siguiente. Estando de concentración con los equipos, cada vez que el equipo se cita para desarrollar una actividad grupal (entrenamiento, sesión grupal, sesión de video o acto social) observo la puntualidad con la que los deportistas acuden a la cita. Anoto cuantos se presentan antes de la hora establecida, cuantos entre la hora y los 5 siguientes minutos y cuantos a partir de los cinco minutos. Con esos datos calculo porcentajes de puntualidad. Pocos índices me dicen tanto sobre la evolución de la motivación del grupo como la progresión de la puntualidad a lo largo de la concentración.

El alumno muestra iniciativa cuando, sin que nadie se lo pida, decide hacer algo para acelerar su proceso de aprendizaje. Buscar una solución a un problema, probar un determinado recurso, proponer una actividad o hacer cualquier cosa con el objetivo de aprender más y más rápido.

Una vez conocí a un alumno que cada vez que me exponía un problema, antes que yo le dijera nada, me proponía una solución al problema que me estaba contando. Yo nunca se lo pendí, pero él siempre lo hizo así. Muchas veces, su propuesta de solución era finalmente desestimada, pero no he conocido un tipo que progresara tan rápido... ¿Casualidad? No, psicología.

Si se combinan ambos índices, el cumplimiento y la iniciativa, la motivación está asegurada. De la misma forma, la ausencia de tales indicativos, nos puede estar avisando de un descenso de la motivación.

3.- ¿ Cómo no desmotivar a los alumnos?

Antes de plantearnos qué hacer para motivar a nuestros alumnos, convendría tener claro qué hacer para que conserven la motivación que ya tienen, sea mucha o sea poca...

​​3.1.- No confundir las necesidades

No confundir las necesidades de los alumnos con las de los profesores. Muchas veces, me atrevería a decir, sin darse cuenta, los educadores dan mucha información a los alumnos. Y no lo hacen porqué sus alumnos necesitan toda esa información para tomar las mejores decisiones. Lo hacen para quedarse ellos tranquilos. Lo hacen para que nadie les pueda decir: “esto no se lo dijiste...” y escurrir así su parte de responsabilidad como docentes. Lo hacen para demostrar que saben mucho sobre su materia. Pero el objetivo no es escurrir el bulto, quedarse tranquilo o ganar auto-estima. El objetivo es ayudar a los alumnos.

​​3.2.- Exigir en la medida de las posibilidades de los alumnos

Si el padre exige a un hijo niveles de rendimiento que el estado evolutivo, la maduración y el nivel del niño aún no permiten alcanzar van a producirse una serie de reacciones que van a terminar desmotivando al chico.

Primero, el hijo no va a conseguir los objetivos que el padre le pidió, con la consiguiente frustración que implica no alcanzar aquello que persigues. Es más, ni se planteará que no consiguió el objetivo porqué no era realista. Más bien atribuirá el fracaso a su falta de competencia. Su auto-estima resultará dañada.

Todo ello restará credibilidad. Creerá menos que el padre es la mejor persona para sacar lo mejor de él y creerá menos que tiene algo bueno por sacar, como persona.

En resumen, y si se me permite la comparación, habrá realizado el salto de su vida. Habrá saltado dos metros, marca personal de todos los tiempos, pero se marchará decepcionado a casa porqué el padre le pedía 2:20.

Ser educador implica saber cuanto puede saltar su alumno en cada momento y hacérselo entender así. Sin renunciar a un cierto punto de locura, a un cierto margen para la sorpresa, sin pecar de exceso de realismo, sin limitar la ilusión.

​​3.3.- Variar el estilo de dirección

Si convenimos que son tres los estilos básicos de dirección del grupo (directivo, democrático y permisivo), destacaremos que ninguno es válido para cualquier situación. Por tanto, el educador que mejor dirija sus alumnos será aquel que mejor sepa combinar los estilos en función de la situación, el objetivo y las diferencias individuales dentro del grupo.

Para orientar esta gestión, se exponen a continuación los límites de los estilos citados.

a) El límite del estilo directivo son las posibilidades reales de los alumnos. Si se les exige por encima de sus posibilidades, probablemente los chicos no van a poder responder a las demandas; por lo que es muy probable que se “quemen” y pierdan la confianza en su educador.

Aquellos alumnos que aún no saben lo suficiente deben ser dirigidos utilizando este estilo. Ante situaciones límite, donde es preciso tomar rápidamente una decisión, y para tareas mecánicas y rutinarias, que no exigen decisiones, debería adoptarse un estilo de conducción directivo.

b) El límite del estilo democrático está en el grado de autonomía de los alumnos. Si delega a los chicos más responsabilidad de la que pueden asumir, harán un mal uso de ella.

Este estilo está especialmente indicado cuando el profesor busca la implicación del alumno en su formación. Alumnos que ya saben bastante, pero que no terminan de estar motivados, responden especialmente bien a este estilo

c) El límite del estilo permisivo se sobrepasa cuando el maestro pierde el control

sobre el grupo. Por más que los alumnos decidan por sí mismos, siempre les debe

quedar claro que lo hacen bajo la supervisión del profesor.

Debe adoptarse mayoritariamente este estilo de dirección con alumnos que ya saben bastante y que demuestran querer y estar motivados por seguir progresando. Cuando se precise dar un respiro al grupo o prepararlo para un período de mucha exigencia, está indicado utilizar una dirección permisiva.

​​3.4.- Tratar individualmente a los alumnos

Tener unas normas y aplicarlas a todos los alumnos por igual no es atender a las necesidades de los chicos. Por eso tratar a todo el mundo por igual no motiva (ni tan siquiera al profesor). Motivar significa cubrir necesidades. Necesidades que van a ser diferentes para cada alumno y necesidades que pueden ir cambiando a lo largo del tiempo (lo que necesita hoy este chico puede ser distinto de lo que este mismo alumno necesite pasado mañana).

Para mantener motivados a los alumnos hay que tratarlos en función de sus necesidades. Pero el buen director de equipos no se queda ahí. Además de tratar a cada cual en función de sus necesidades hace entender al resto del equipo que ese trato diferencial no solamente es el mejor para ese chico, sino que acabará beneficiando al resto del equipo.

En una selección conocí a un deportista veterano, felizmente casado y padre de familia. Estábamos preparando una competición importante con un duro régimen de entrenamientos. Si el veterano cumplía estrictamente los horarios de entrenamiento cuando llegaba a casa su hijita recién nacida ya estaba durmiendo. Si salía media hora antes del último entreno del día entonces la podía ver. Creo que se pueden imaginar la importancia que tenía para este papá ver a su niñita antes de acostarse, es por ello que me ahorraré los detalles.

Convenimos librarlo de la última media hora de entrenamiento y explicamos al equipo las razones de nuestra decisión. A pesar de todo ello, los primeros días se oían comentarios mal intencionados de los jugadores más jóvenes cuando marchaba el veterano. Al cabo de unos meses todos entendimos la importancia de aquella media hora para nuestro líbero. Rendía más y nos contagiaba a todos su felicidad. Parecía otro deportista distinto desde que había sido papá.

4.- ¿Cómo motivar a los alumnos? La motivación, una VIP

​​4.1.- Variar (V)

Variar, más que los objetivos, los medios de trabajo necesarios para alcanzar esos objetivos. Variar los ejercicios, el lugar de realización de los ejercicios y el orden con el que se llevan a cabo. Variar el tono de voz, el lugar de las reuniones, los ejemplos utilizados para ilustrar los conceptos, las razones para dar el mejor de nuestros esfuerzos y variar quien asume el protagonismo de la charla.

Gracias al fenómeno psicológico de la habituación, la mera variación de alguno de los aspectos que participan en la actividad tiene un efecto motivante.

​​4.2.- Implicar (I)

Lo que nos motiva no es obedecer, hacer justo lo que nos manda, cumplir instrucciones Lo que nos motiva es tomar las decisiones nosotros o por lo menos sentirnos parte de esa decisión, de ese logro, de tal proyecto.

Recordar aquí el ejemplo de la gallina y el cerdo que poníamos más arriba para definir la diferencia entre implicación y compromiso.

​​4.3..- Premiar (P)

A continuación se resumen los criterios a utilizar para utilizar de forma eficaz el refuerzo o premio, el castigo y la extinción o el ignorar.

REFUERZO

¿Para qué sirve?

- Para aprender nuevas conductas deseables

- Para mantener conductas deseables ya aprendidas

¿Cuándo usarlo?

- Mucho al principio y poco después de un nuevo aprendizaje

- A menudo cuando el carácter débil del deportista lo requiere

¿Cómo usarlo?

- Justo después de que el alumno emita la conducta deseable

- Reforzar también las aproximaciones a la conducta deseable

CASTIGO

¿Para qué sirve?

- Para eliminar conductas no deseables

¿Cuándo usarlo?

- Cuando la conducta no puede tolerarse

¿Cómo usarlo?

- Advertir del castigo

- Readmitir al castigado

- No castigar con ejercicios físicos

- No perjudicar al equipo

EXTINCIÓN

¿Para qué sirve?

- Para eliminar conductas

¿Cuándo usarlo?

- Cuando la conducta sí puede tolerarse

¿Cómo usarlo?

- Prescindir completamente del alumno

​​4.4.- Gestionar el rol individual del alumno dentro del colectivo

En un equipo de alto rendimiento, se asesoró al entrenador para que, durante la reunión técnica previa al partido, además de establecer objetivos grupales, fijara un par de metas para cada jugador. Se buscaba así clarificar el rol individual para el partido que se iba a a disputar.

En segundo lugar, aprovechando el intervalo de tiempo que transcurría desde el final de la reunión y el inicio del calentamiento, se pedía a los deportistas que, en la línea de lo establecido por el entrenador, se marcaran dos objetivos para el partido, diciendo con sus palabras lo apuntado por el entrenador o añadiendo algún matiz a lo sugerido. De esta manera creemos se favorecía la aceptación del rol individual por parte del deportista.

Terminado el partido, se pedía a los jugadores que valoraran el nivel de logro de los objetivos establecidos. Esta valoración era revisada por el staff técnico. Si se producía algún desajuste entre ambas valoraciones, el equipo técnico se entrevistaba con el deportista para concretar mejor los criterios de logro. Este procedimiento estaba destinado a fomentar la percepción del cumplimiento del rol individual dentro del equipo

Esta metodología se mostró efectiva para fomentar la cohesión entre los miembros del equipo y contribuyó a la consecución de los objetivos del grupo (Marí y Font, 1993).

Bibliografía

Marí, J. y Font. J. (1993). Cohesión en equipos deportivos: Una aproximación a su evaluación e intervención. En Actas de las X Jornadas de la Asociación Catalana de Psicología del Deporte. Lérida, 19 y 20 de noviembre.

Smoll, F.L. (1984). Relaciones padres-entrenador: Mejorar la calidad de la experiencia deportiva. En Psicología Aplicada al Deporte, Williams, J.M. (Ed.). Madrid: Biblioteca Nueva.

Williams, J.M. (1991). Psicología Aplicada al Deporte. Biblioteca Nueva: Madrid.